martes, 2 de julio de 2013

Necesitamos más ases.

Eramos felices juntos. Teníamos el mundo a nuestros pies, solía pensar. Nos queríamos como nadie, me gustaba creer. Podía pasarme la tarde entera entre sus brazos sin aburrirme y podía tirarme horas escuchándole. Me gustaba su sonrisa. Sí, esa típica cuando estaba serio y de golpe miraba hacia un lado y entonces, entonces empezaba a asomar; y cuando volvía la cara hacia mi, estaba completamente sonriente. Me gustaba su forma única de decirme que era diferente, y no rara. Y su mirada pícara cuando quería algo; con la que yo me daba cuenta que no pararía hasta conseguir lo que quisiera. Me hacía reír su forma pausada de andar aún cuando iba tarde. Y su vaganza y su pereza no me parecían más que defectos adorables. Habría estado dispuesta a ser la principesa que rescata a su princeso de la torre, porque no me importaba jugar contra el mundo por él. 
Acostumbro a tener un as en la manga, porque nunca sabes que tirada de cartas te va a tocar. Pero esta vez, esta vez con él, me confié y creí que tendría suerte. Pero no fue así. Tiré los ases de mi manga por una partida con malas cartas. Y aprendí algo, que aunque lo hice después de perder la partida, lo aprendí. Que nunca te confíes.
Porque cuando otras veces era yo la que jugaba de más, esta vez fui la de menos rondas. Sus cartas fueron claramente mejores, sus ases en la manga más protegidos. Porque yo arriesgué cuando él ni siquiera se había puesto en juego, porque lo di todo cuando él ni si quiera me quería.

sábado, 4 de mayo de 2013

Llegará un día que te plantes. Te plantes frente a ella y digas: ¿Que pasó? Y ese día, el mundo se te hundirá. ¿Por qué no quisiste saber a tiempo? ¿Por qué preferías un silencio incómodo antes que una verdad poco bella? Y ese día, ella te dirá que lo siente, pero no pudo evitarlo. ¿Falta de cariño o simple capricho? Y nunca lo sabrás, porque no quisiste saber. Ella, recordará toda su vida los cuernos que puso, y sufrirá toda su vida por haber sido tan poco perfecta. Y tú, tú querrás saber siempre. Para que no se repita o simplemente por miedo. Pero basta un pequeño descuido para que todo acabe, basta un pequeño "prefiero no saber" para ser seguido de un "lo siento, no pude".

jueves, 21 de marzo de 2013

La carta que debió llegar a tiempo.

Esta es la carta que nunca te voy a mandar, que quizá llegues a leer por alguna extraña razón, pero no porque yo te la envíe. No es una carta de mi puño y letra con un manchón de tinta corrida por una làgrima, pero es algo que te dedico.
Lo primero, reconocerte que hice mal. Si bien consciente que no toda la culpa fue mía, si lo fue gran parte. Decirte que me perdones, pero no sé llevar una relación. E intentado de mil maneras distintas ver cómo hacen los demás, pero no logro pillar como se mantiene una pareja. Quizá por eso nadie dure conmigo. También quería demostrarte tantos sentimientos que tenía guardados, que actuaron como una bomba. Quizá que de tanto quererte desgaste nuestro mundo. Que cometí mil y un errores a los que ya me había acostumbrado. 
Lo segundo, que aún te echo de menos. He intentado olvidarte buscando otros besos, pero nunca soy capaz de recibirlos. ¿Sabes? Hay muchas cosas que echo de menos de ti. Echo de menos tu olor al abrazarme, tu sonrisa pícara cuando contabas algo que me hacía reír, tu cara de exageración cuando te asombrabas, tu mirada fija, ese lunar tan tuyo, el medir nuestras manos mientras me decías que que pequeñas, tu forma de vacilarme tan especial, tus te amo mirándome a los ojos, ... Echo de menos demasiadas cosas para escribirlas todas. Y también el mundo contribuye a que te recuerde. Que no soy capaz de mirar mi móvil sin recordar como lo cogías tú, mi mano izquierda que siempre llevaba pintada tus iniciales, esos pantalones míos que tan poco te gustaban, ... En general, el mundo quiere que te eche de menos.
Y por último y no menos importante, decirte que no lo supe dejar claro, pero te quiero. Y me importas y mucho. Que no habría salido con nadie de no confiar en él al 100% después de mis experiencias.
Pero cuando el mundo se ha hundido, no hay vuelta atrás. Y cuando tiro la piedra y me cargo la torre, no puedo esperar volver a construirla. Y si logro rehacerla, no quedará como antes. 
Y si algún día me lees, si algún día llegas a darte cuenta que el problema venía ya de antes de conocerte, sepas que eres bien recibido.

lunes, 11 de febrero de 2013

Daniel Gutiérrez García

Pues qué decir cuando quieres tanto a alguien. Cuando le conoces de hace tanto y a la vez de hace tan poco.
Que no hay día que no recuerde aquella primera vez que hablamos, que poco a poco las conversaciones a media tarde se convirtieron en largas conversaciones las 24 horas del día. Que en ese tiempo aprendí a quererle muchísimo y consiguió ser alguien imprescindible. No importa el tiempo que no nos hablamos porque estábamos enfadados, ni los días malos; porque no son suficientes para arruinar los buenos momentos. Porque siempre volvemos a hablarnos, como dos bumeranes que se fueron cuando no debían.
Porque un último verano puede unir a dos personas para siempre, como a nosotros. Porque no le voy a olvidar nunca. Porque desde entonces, le quiero más aún. Que me ha regalado demasiados buenos momentos en poco.
Que digan lo que quieran los demás. Pero a mí, que me haga reír y me haga sentir bien, que me acompañe a casa cuando es tarde y mi madre se enfada, que me lleve en brazos en el parque, que me abrace, que confíe en mí y sepa guardarme un secreto; eso, para mí, es lo mejor que me puede pasar.
Y es gracioso, no me gusta llorar, pero pensar que 1457 kilómetros se van a interponer entre los anteriores 10 centímetros, jode.
Y aunque todo esto pase, aunque la distancia esté de por medio, aunque alguna vez discutamos; no debe olvidar jamás que le quiero cada día más, y que me tiene aquí, para lo bueno y lo malo, y para siempre.

domingo, 3 de febrero de 2013

Dices que las cosas van a cambiar. Que todo va a estar mejor. Que esta vez va en serio. Dices que no me vas a mentir más y que lo sientes. Y dices tanto hasta el día siguiente, que olvidas todo. Que despierto feliz pensando que todo era real; y despiertas tú y dices no recordar nada. Dices que solo fue un momento pero que no iba en serio. Y entonces volvemos a la misma puta rutina de la que no puedo escapar. Y volvemos otra vez, hasta la próxima. Porque tú olvidas, pero recuerda siempre, baby, que yo no. Que yo cada vez que pasa algo recuerdo la anterior y a la siguiente la contínua. Y vez a vez, rato a rato, me hundo un poco más. Se me van yendo las fuerzas. No lo quieres ver, pero me destruyes así. Y luego dicen por ahí que vas contando que me quieres. Y me cuentas mil historias en las que quieres hacerme ver que así las cosas están mejor para mí. Pero no lo están. Y olvídate esta vez. Olvídate ya de que a la próxima te pueda entender.

Aquel lugar, aquel momento y aquel chico que pasaba desapercibido.

Cuando llega ese momento, te paras a pensar. ¿Y si hubiese ido otro día? ¿Y si hubiese preferido otro lugar? ¿Y si no hubiese pasado ese día, a esa hora, con esa ropa, por ese sitio? ¿Y si las cosas hubiesen sido distintas? Una sola decisión, una pequeña diferencia podría cambiarlo todo. Porque no le habría conocido de no haber sido las cosas así, porque el destino quiso que cruzásemos nuestras vidas en ese instante. Y probablemente, si no hubiese pasado, mi vida seguiría igual. Y fue solo un momento, pero un momento que deja todo como estaba. ¿Ha hecho, acaso, que mi vida sea distinta? No, pero ha sido. Ha sido algo que recordar, algo que me demuestra como una sola decisión puede cambiarlo todo. "Lo que pasó en el hotel, queda en el hotel. Se olvida, no vuelve a suceder más." Sí, un solo detalle que formará parte del pasado. Pero un detalle que recuerdo todos los días, que no puedo pasar por alto. Porque ese chico, ese día y en aquel lugar, me hizo sentir algo nunca sentido. ¿Amor? No, pero sí era algo especial. Algo especial que por desgracia nunca volverá a suceder.

miércoles, 9 de enero de 2013

Podría escribir mil historias de amor, y ninguna sería real. Creía en el amor más que en nada, y me creía las mentiras, los para siempre y los finales felices. Y, sintiéndolo mucho, ya dejé de hacerlo.






Lo tenemos todo, decimos. Que somos felices, contamos. ¿En serio?
Sí, vale. Que todo está perfecto como está. Hasta que llega algo. Algo que te hace ver que no tienes tanto como pensabas, que la vida no es tan perfecta.
Creías estar bien solo, sin enamorarte; pero llega alguien que te dice que la vida no consiste en buenos ratos con desconocidos, que cuando estás mal no te vale cualquiera y necesitas a alguien especial que te diga que te quiere, que los recuerdos bonitos que nos quedarán serán mas bonitos aun si no estábamos solos y que hay que parar.
Que no todo es blanco en negro, que hay etapas de grises. Que a la hora de la verdad da igual ser guapo o feo.
Y te enfadas. Te enfadas porque cuando empezabas a abrir los ojos y dejar a un lado la sonrisa para pensar, ves que en realidad esa persona que tanto hablaba hace lo mismo que tú.
Y vuelves a caer, hasta el fondo esta vez. Porque te volvieron a hacer tanto daño como te habías prometido que no pasaría mas. Porque cuando ibas a volver a querer, te defraudan otra vez. Y entonces, vuelves al principio.
Al no saber querer y al no querer hacerlo. Que no lo tienes todo, no; pero que las cosas quedan mejor así