No puedo mirar a los ojos a alguien y sonreírle cuando sé que le echaré de menos. Sea por poco tiempo, por mucho o por siempre. Porque siento que ese beso es el de Judas. Prefiero besar a alguien mil veces todos los días que hacerlo un solo día porque se va a ir. Prefiero decir te quiero a alguien por las noches que ese día porque no sepa cuando volveré a poder decírselo. Seré débil, puede. Pero no, no sé decir adiós. Es como admitir que vas a perder algo y no hacer nada para remediarlo. Como dedicar una palabra amable porque va a haber distancia cuando todo el mundo sabe que luego llamamos puta a la distancia.
Y de pequeña, me enseñaron que no debía llorar. Pero siempre me obligaban a despedirme de todos una vez al mes, porque volvíamos. Y no, no quería hacerlo. Daba los besos y todos decían hasta pronto 'si dios quiere' y nunca entendí la frase. Porque era como decir que no habría otra vez. Pero lo peor era cuando la gente me decía lo bonito que había sido todo; yo ya lo sabía y sabía que esas cosas no iban a seguir. Y de pequeña, aprendí a dar la espalda al mundo al subirme al coche y cerrar la puerta sin mirar atrás. Y llorar pero sin que me mirasen, porque no sabía cuando sería la próxima.
No hay comentarios:
Publicar un comentario