lunes, 21 de julio de 2014

Volvamos atrás.

¿Cuántas de nosotras nos habremos visto todas las películas de Barbie? ¿O las míticas películas americanas de amor pastelosas? ¿Cuántas habremos jugado de pequeñas con nuestras Muñecas imaginando su vida perfecta? No sé el resto del mundo, pero yo sé que pasé horas de pequeña imaginando mi vida perfecta. Pensando que sería tan guapa como una barbie y tan feliz como las princesas de las películas, con su príncipe al lado para siempre. Imaginandome con esa perfección que toda la publicidad me mostraba. Pero cuando crecí me di cuenta de que las películas son ciencia ficción, que el amor tiene fecha de caducidad y que las princesas de pueblo no son 90-60-90. Tuve siempre los ojos cerrados, imaginando un mundo rosa perfecto a mi manera. Y, cuando quise abrirlos, el mundo no fue justo para enseñarme poco a poco y paso a paso. Sino que, cuando quise darme cuenta de lo cruda que es la vida, llevaba a la espalda cientos de besos dados porque sí y algún que otro corazón roto por mi inmadurez. Y no abrí los ojos porque me hubiera convertido en una nueva, sino que me enamoré de alguien que, al parecer, no quería ser el príncipe de mi historia genial. Y cuando esa historia no encajaba en mi cuento rosa, fue cuando me dije "¿y si la vida no es como la plantean?". Y simplemente, lo único que quiero hacer, es volver a cerrar los ojos y ser otra vez esa niña chiquita que creía que lo tendría todo y que con unos tacones apropiados sería capaz de comerse el mundo, pero sin soltar la mano de su media naranja.

No hay comentarios:

Publicar un comentario