¿Cuántas de nosotras nos habremos visto todas las películas de Barbie? ¿O las míticas películas americanas de amor pastelosas? ¿Cuántas habremos jugado de pequeñas con nuestras Muñecas imaginando su vida perfecta? No sé el resto del mundo, pero yo sé que pasé horas de pequeña imaginando mi vida perfecta. Pensando que sería tan guapa como una barbie y tan feliz como las princesas de las películas, con su príncipe al lado para siempre. Imaginandome con esa perfección que toda la publicidad me mostraba. Pero cuando crecí me di cuenta de que las películas son ciencia ficción, que el amor tiene fecha de caducidad y que las princesas de pueblo no son 90-60-90. Tuve siempre los ojos cerrados, imaginando un mundo rosa perfecto a mi manera. Y, cuando quise abrirlos, el mundo no fue justo para enseñarme poco a poco y paso a paso. Sino que, cuando quise darme cuenta de lo cruda que es la vida, llevaba a la espalda cientos de besos dados porque sí y algún que otro corazón roto por mi inmadurez. Y no abrí los ojos porque me hubiera convertido en una nueva, sino que me enamoré de alguien que, al parecer, no quería ser el príncipe de mi historia genial. Y cuando esa historia no encajaba en mi cuento rosa, fue cuando me dije "¿y si la vida no es como la plantean?". Y simplemente, lo único que quiero hacer, es volver a cerrar los ojos y ser otra vez esa niña chiquita que creía que lo tendría todo y que con unos tacones apropiados sería capaz de comerse el mundo, pero sin soltar la mano de su media naranja.
One life to live, a thousand reasons to do so.
Una vida por vivir. Amistades pasajeras y otras por descubrir. Amores pero también desamores. Historias y cuentos de hadas y princesas por oír. Sonrisas por regalar. Gente que perder. Rincones por descubrir. Historias que confesar. Motivos para luchar. Sentimientos indescriptibles. Llantos en silencio. Y sobre todo, personas en las que confiar.
lunes, 21 de julio de 2014
lunes, 14 de julio de 2014
Él era un chico legal, de aquellos que siguen las normas al pie de la letra. Ella era impulsiva hasta morir, siguiendo sus propias normas y saltándose lo que no le venía bien. Él huía de los riesgos, ella vivía para ellos. Pero él tenía un plan, y ella simplemente se dejaba llevar por los momentos.
Ella sonreía hasta a las rocas mientras decía "se trata de disfrutar todas las oportunidades y ser feliz aunque todo vaya mal". Y él, él se tomaba las cosas demasiado a pecho. Ella no sabía lo que era llorar, lo que era sufrir. Él, sin embargo, había sufrido demasiado.
Ella decía de besar mil sapos hasta encontrar a su príncipe; pero él solo buscaba besar a su verdadera princesa.
Y cuando ella, entre risa y risa, entre juego y juego, le buscó entre las sábanas, le encontró. Y después de su típica sonrisa, le besó. Así porque sí, por un impulso de los suyos, de los que siempre le hicieron disfrutar de todo.
Pero aquel momento cambió todo. Porque ella, acostumbrada a abandonar todo,se dio cuenta de que de eso ya no podría huir. Por supuesto, él no se quemaba, pues sus esquemas no fallaron; porque para él no fue jugar con fuego, sino simplemente hacer algo planeado. Pero ella, ella ardía cada minuto un poco más, pues de tanto jugar con fuego se acabó quemando de la peor forma posible.
lunes, 7 de julio de 2014
Las cosas cambian
Caminaba siempre con su puta sonrisa en la boca, trasmitiendo ese optimismo tan suyo a todo el mundo. Si llovía, ella bailaba, y si hacía sol, simplemente le miraba con ternura. Si las cosas iban bien, era la primera en querer celebrarlo; y si iban mal, era la única que se mantenía ahí, estable, sacando adelante a todos y luchando por cualquiera, pensando en último lugar en su propia alegría. Era capaz de hacer feliz al más pesimista y de hacer reir al más soso. Pero aquella chica se cansó de tanto empujar a flote a todos y se acabó hundiendo. Puede que la veas algún viernes, cigarro en mano y alcohol en sangre. Y puede que la veas sonreir algún momento. Pero, si alguna vez la ves con ese brillo en los ojos que antes tenía, por favor, para ese instante y haz que sea para siempre. Porque hace tiempo que ella dejó de ser feliz viendo como funcionaba la vida, que tanto bueno daba y tantas ostias recibía. Porque hace tiempo que empezó a fingir esa alegría cuando por dentro ya no era más que cenizas.
lunes, 30 de junio de 2014
Mamá
Crecemos pensando en ser mayores de una vez para irnos de casa, para dejarlo todo atrás y olvidarnos de nuestras raíces, sin darnos cuenta de que solo dejaremos atrás lo mejor. Porque: ¿quién va a ir por las noches a arroparte y darte un beso de buenas noches? ¿Quién va a escucharte si has tenido un mal día? ¿Quién va a soportar todos tus defectos sin quejarse y aguantar ahí en las malas y en las peores? Porque una vez te hayas ido, ¿quién va a saber quererte más que a nada o quién va a esforzarse día a día porque seas feliz? Porque nos pasamos la vida haciendo cosas a escondidas, pensando que lo bueno es que mamá no se entere, sin darnos cuenta de que solo busca nuestro bien. Porque, a la larga, nadie va a hacer tanto por ti como una madre. Porque, a la larga, cuando quieras darte cuenta, verás que es la única persona que no te deja tirado por nada del mundo, que es la única persona que va a luchar por ti más de lo que pueda. Porque, a veces, vamos demasiado rápido por la vida, pensando en vivirlo todo lo más rápido posible sin darnos cuenta de que así es cuando más perdemos. Y cuando paras un momento te das cuenta de las cosas que perdiste con el tiempo o de las cosas que ganaste con esfuerzo. Ves los peores momentos de tu vida. Y los ves pasar así, tal como fueron, sintiendo exactamente lo mismo. Y ves que todo era negro, pero que una voz decía "tranquila mi niña, tranquila; todo va a ir mejor". Y si, llegan tiempos mejores y te olvidas de esa voz que tanto te ayudó a salir a flote. Y, cuando las cosas vuelven a empeorar buscas desesperadamente ese canto de sirena que te haga volver a salir a flote. Y si, lo vuelves a oir. Porque la persona responsable de esa frase no se cansa de dártelo todo. Porque esa persona siempre se deja la piel por salvar tu pellejo, por ver tu sonrisa. Y, sinceramente, tarde o temprano llega ese momento en el que de tanto pensar te duele, pero sabes que es importante. Porque, lo más grande del mundo es saber a ciencia cierta con qué merece la pena quedarse. Y yo me quedo contigo, mamá. Porque nadie en el mundo se merece más que tú. Por todo, mamá: por tu paciencia con mis problemas, por tu saber estar, por esa forma tuya tan peculiar de sacarme la sonrisa,... Mamá, deja de luchar por mí, que me toca a mí matar por ti.