sábado, 6 de octubre de 2012

No comer perdices no vivir felices.

Cuando te cansas de escuchar falsos te quiero. Cuando te hartas de dar sonrisas fingidas. Cuando necesitas un abrazo pero sincero. 
Cuando estallas. Y descubres que infinito solo existe en matemáticas, que pocas veces la gente ama de verdad, que por mucho que queramos algo no lo conseguiremos.
Y que por mucho que queramos a alguien, no tienen por que querernos. Y que la gente se cansa. Y que los príncipes azules no quieren estar siempre. Y que las princesas, a veces, necesitamos un poquito de libertad para pensar. 
Y regalamos besos a cambio de falsas caricias. Y pedimos abrazos a cambio de falsas sonrisas. Y decimos te quiero a todos los que pasan por al lado nuestro y nos lanzan un beso al aire.
Y que a veces un horco de mordor es quien de verdad necesitamos. Porque tener príncipes azules está sobrevalorado. O mejor dicho, ir de horco en horco. 
Y muchas princesas, cuando han sufrido, se deciden a dejar un recuerdo suyo en todas partes. Y se lo dejan en los labios de otros. Y no porque las guste hacer sufrir a horcos, sino porque huyen de un príncipe al que no son capaces de enfrentarse.
Pero seamos sinceros. También hay princesas que posan su corona en la mesilla de noche, y se sientan en su cama con los pies colgando y el lazo del vestido apoyado sobre el colchón. Y lloran. Y lloran porque sufrieron de verdad. Y no son fuertes para enfrentarse a nada más. Porque encontraron a su príncipe y lo perdieron. O porque las traicionaron con otra princesa más mejor. O sencillamente, porque su cuento no fue tan perfecto como esperaban.
No comer perdices no vivir felices. Aunque tarde o temprano, habrá que levantarse y coger la corona otra vez. Y salir a enfrentarse a un mundo que un día se quedó grande. Que aunque ya no haya fuerzas para buscar príncipes, siempre hay jardines en los que mirar flores.

No hay comentarios:

Publicar un comentario