lunes, 17 de septiembre de 2012

16 de agosto de 2012, una noche llena de estrellas. Para muchos una noche cualquiera, para mi la mejor decisión de mi vida. 
Venga, llena de valor me atrevo a que se entere. ¡Qué sonrisa al oirle decir -yo por mi si-.! 
Vamos, más de media hora hablando; las doce dan en el reloj, él se arma de valor y, de golpe, sin comerlo ni beberlo pero deseándolo, me besa. Ahí, en ese momento, las cosas cambian. 
Me doy cuenta de que me he enamorado aunque no quiera reconocerlo. Que ese beso no me ha sabido como los demás. Joder, que me encanta todo de él. Que para mi es perfecto. Que me voy a casa con una sonrisa. Que he vuelto a descubrir lo que es querer... Que quiero pasar el resto de mi vida con él. 
Sé que puede parecer una gilipollez que en dos días juntos y apenas un mes saliendo diga eso, pero estoy segura. Que nunca me había sentido así. Que jamás pensé que pudiese llegar a querer tanto a alguien. Que es que le necesito porque sino no sonrío. Que cada día me llena más pensar en él. 
No es mucho que decir, ni nada especial. Seguro que más gente se ha enamorado, pero sé que no como yo. Porque estoy enfrentándome a la puta distancia y así le quiero más, porque la puta edad no me importa desde que le conozco de verdad; porque sé, que algún día, un mes me será insignificante comparado con los años que pasaré a su lado. Y solo decir que, si el quiere, será él el príncipe que me de los buenos días con un beso. Y si el no me deja, estaremos de viejos, durmiendo en la misma cama, viviendo en la misma casa, y queriéndonos más que nunca

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