Quizá sea que la necesidad nos ciega y nos hace ver las cosas mejores de lo que son y por eso luego nos defraudan; o quizá sea que los demás se cansan de aguantarnos, de nosotros. No lo sé, y si no se lo pregunto tampoco lo sabré.
Lo único seguro es que daría el mundo porque las cosas fuesen tan perfectas como me parecían, que odio sentir que no soy nada cuando pensaba serlo todo para él, que no soporto saber que podemos hablar y que no lo hacemos, que intento escapar de la idea de que él se acabará hartando de esperarme a mi porque las hay mejores.
Cientos de cosas malas se me pasan por la cabeza cada segundo, y la que más abunda es la de pensar que en cualquier momento me dirá que se ha enamorado de una chica que es perfecta, y no como yo.
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