sábado, 29 de septiembre de 2012

A veces nos cuesta tanto pedir perdón que cuando lo hacemos, es tarde. Nos obcecamos con que hemos actuado bien en todo momento, pero puede no ser así. Y cuando hacemos examen de conciencia nos damos cuenta de lo que hemos hecho, del daño que podemos haber causado a algunas personas que queríamos, de lo mucho que nos pueden odiar porque éramos unos bordes, ... Y es tarde porque las personas que se merecían un lo siento sincero, probablemente ya decidieran irse para dejar de sufrir a tu lado. Y solo queda una opción, cargar con la culpa a la espalda para siempre y no volver a repetir ese error. Porque las personas a las que hicimos daño están tan cansadas que pasan de volver a intentar llevarse bien y lo pasaron tan mal que no se ven capaces de acercarse otra vez al culpable de sus problemas. Porque por mucho que nos demos cuenta de que les queríamos y les necesitamos, esos ya no volverán jamás. Solo queda aguantarse, lamentar no haber sido mejores personas; e intentar cambiar para no volver a hacer daño a nadie más. O sino, con esfuerzo, demostrarle a esa persona que nuestro cambio, que ahora sabemos sentir y somos mejores personas, que ya no la haremos daño otra vez más.

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